Nôtre Dame y los riesgos asociados a las obras
Me quedé literalmente pegado cuando, haciendo zapping, vi las primeras imágenes del incendio en la Catedral de Nôtre Dame de Paris.
Y es que, los primeros comentarios en todas las cadenas internacionales apuntaban hacia un origen del fuego relacionado con las obras que se estaban llevando a cabo en el lugar. De hecho, lo que más se vio durante las eternas horas que duró esta tragedia fue la del andamiaje envuelto en llamas.
Inmediatamente me vinieron a la mente distintas consideraciones que, una vez pasadas más de 24 horas, puedo compartir sin temor a hacerlo sin los suficientes datos.
La primera, que ha ido ganando en intensidad según avanza el tiempo, es la constatación de que Francia tendrá lo que tenga y será lo que sea, pero cuando hay un asunto de interés o de preocupación colectiva, es una piña y existen valores y sentimientos que se encuentran por encima de todo y de todos.
Aquí, así de primeras, hubiese aparecido una banda no exigua, que habría aplaudido con las orejas. Además, las huestes del polítiqueo habrían sacado todo su arsenal para echar en cara al contrario cualquier relación, aunque sea tangencial, con el drama.
El cuarto poder exigiría respuestas inmediatas. Cómo ha sido, quién ha sido, ¿cuál es el origen? ¡Respuestas ya! Y el capitán de bomberos, como siempre, diciendo aquello de que probablemente haya sido un cortocircuito o, quizá, una colilla. – Véase otros artículos publicados como "!Alarma hay un cortocircuito!” y “Fallecimiento en un incendio por un posible cortocircuito”
La segunda está relacionada con la inseguridad asociada, en general, a las obras. Históricamente hay ya una muy larga sucesión de siniestros que tienen en la pérdida de seguridad inherente a lo provisional y transitorio una mala aliada. Personalmente, me ha tocado intervenir en análisis para determinar posibles orígenes eléctricos en distintos sucesos, cuyos resultados han sido ciertamente diversos, pero en este caso no hay aún datos que nos digan por dónde van los tiros.
Y la tercera es la de que no hay nada que quede libre de riesgo y que, el propio discurrir del día a día hace que perdamos la percepción sobre la auténtica importancia de muchas cosas que sólo valoras cuando las pierdes.
Hace ya unos años, realizando una auditoría eléctrica en el Museo del Prado, no se me quitaba de la cabeza esa impresión de no ser nada allí dentro y de lo que realmente significaba, en ese entorno, un análisis de riesgos.
Lo de Nôtre Dame ha pasado ya y no tiene remedio, pero lo que sí me queda bien grabado es lo que es un país que tiene las ideas claras y que, entre otras cosas, va a dejar trabajar a los expertos para analizar debidamente el suceso y extraer las oportunas lecciones.
¡Chapeau!