En los últimos tiempos es de sobra comentado el hecho de que una parte importante de las emisiones de gases de efecto invernadero antropogénicas proviene del transporte y esa cantidad ha sido cifrada por el IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático) en un 15%, correspondiendo prácticamente la mitad de todo el sector del transporte a los motores de combustión interna en coches y furgonetas.

Decir que el sector, como tal, es un terreno que supone un objetivo prioritario dentro de los compromisos climáticos adquiridos, no es descubrir nada nuevo, pero sí vislumbrar las vías por las que se pueden alcanzar las metas deseadas. Por eso, en este nuestro particular año 20W, esbozaremos un primer desdoblamiento de la W para conseguir que los Viajes sean Verdes

A la hora de garantizar que una persona pueda trasladarse de un lugar a otro de forma sostenible para todos, se pueden tomar dos caminos o una combinación de ambos. El primero, de carácter restrictivo, limitando la movilidad para reducir la demanda, pero esto se da de bruces con el crecimiento en el número de desplazamientos que la sociedad actual impone suponiendo, además, un cambio radical en la forma de vida y, el segundo, mediante la dotación de los recursos necesarios para que el desplazamiento se pueda efectuar sin consumir combustibles fósiles.

Muchos, al plantearse estas cuestiones, no pueden por menos que esbozar un suspiro o directamente ponerse a llorar como una Magdalena, pero otros están tomando la sartén por el mango y andan a la búsqueda de soluciones concretas para las distintas modalidades del transporte, cuyas líneas generales trataré de ir exponiendo en próximas entradas. Desde las nuevas tecnologías para baterías en el transporte rodado, hasta la utilización de motores eléctricos en aviación, pasando por minireactores nucleares en buques, es decir, la sostenibilidad bien entendida por tierra, mar y aire.