20W. POR TIERRA
Se está hablando de muchos temas relacionados con el vehículo eléctrico, pero uno de los aspectos clave del mismo, y que tocaré en esta ocasión, es el tema de la fuente de energía.
Como ya comenté hace algunas semanas, el transporte está siguiendo una verde trayectoria. IPCC asigna al sector un 15% de las emisiones GHG, mientras que Statista estima la contribución de la parte más ligera del transporte terrestre (coches y furgonetas) en casi la mitad del total de todo el sector, por lo que muy bien podemos considerar el transporte rodado como uno de los focos principales de las emisiones que hay que eliminar.
Haciéndome eco de lo recientemente publicado en materia de baterías y, concretamente, de la posibilidad de que los nuevos desarrollos de modelos FLOW, es decir, la nueva generación de baterías de flujo, pueda suponer una alternativa revolucionaria que pueda cambiar, por completo, las reglas de juego.
La tecnología, en sí misma, de intercambio de iones entre dos líquidos a través de una membrana, data de hace más de 150 años, volviendo a la vida allá por mediados del siglo XX, para su utilización en una hipotética base lunar y posteriormente mejorada para el almacenamiento de red. Pero las características de esa tecnología presentaban una barrera importante en el hecho de que la densidad de energía era bastante limitada (de hecho, los modelos convencionales apenas llegan al 10% de la energía por unidad de peso y de volumen que puede almacenarse con ion litio). Sin embargo, el hecho de ser seguras, estables, con mayor esperanza de vida y fácilmente recargables (o rellenables) hacía que el campo de desarrollo en densidad de energía constituyese un claro objeto de deseo, intuyendo su idoneidad para ser utilizadas en vehículos, así como para aportación de potencia ininterrumpida hacia las fuentes de suministro eléctrico.
En 2009, se comenzó con la investigación de la aplicación de “nanoelectrofluidos” (NEF), llegándose a la conclusión de que podían alcanzar niveles de almacenamiento equivalentes a los del ion-litio, con las ventajas de su recarga sencilla, del hecho de que los minerales utilizados para su construcción son baratos y accesibles a lo que añadir sus mínimos riesgos de incendio. En 2013, los investigadores recibieron una suculenta financiación para construir un prototipo de 1 kW.h cuyo éxito animó a otros muchos investigadores a comercializar ese nuevo tipo de tecnología.
En la actualidad se están desarrollando modelos entre los 550 y 850 W.h/kg e incluso mayores (muy por encima del ion-litio), lo que pronostica el logro de importantes autonomías (hay proyectos que están persiguiendo rebasar los 1000 km).
O sea que, agarrándonos al hecho diferencial primario, es decir, el del procedimiento de recarga, uno llegaría a la gasolinera, y como plan A, introduciría la maguera del surtidor como ahora y el proceso, en vez de suponer un llenado de depósito consistiría en una renovación del fluido (el ya utilizado iría directamente a un depósito general donde, bien allí mismo, o bien en otras dependencias, sería convenientemente recargado. El plan B sería el “refresco” dentro de nuestro “depósito” del líquido ya exhausto, lo cual tomaría algo más de tiempo).
En cualquier caso, pagar debidamente el servicio y, “¡Hala!, a tirar palante”